El periodismo de periodistas es necesario. Es decir, criticar a la prensa resulta muy importante porque se trata de una actividad que cuando es objeto de la observación del otro -del par- se incomoda, pero también porque en general es vista como inmaculada. Desde hace mucho tiempo los medios son parte de los resortes del poder. Incluso hay procesos de información que no se entienden si no se explica qué ocurre en los medios. Es decir, no alcanza con saber si apareció una bolsa en el despacho de la ministra de Economía sino también hay que conocer quién tuvo la primicia, cómo la consiguió, y por qué los otros medios no se hacen eco en forma inmediata. Esto no significa que sea lo correcto pero nos hemos acostumbrado bastante. Si Clarín nos da a Romina Picolotti en tapa nos preguntamos por qué, qué intereses se juegan o si es una operación. Los medios (y los periodistas) son actores políticos sin ninguna inocencia. Pero no resulta nada sencillo criticar a colegas, a quienes después uno puede cruzarse en una redacción, una radio o un estudio de televisión. Y mucho menos resulta sencillo criticar a quienes pueden ser tus patrones. Con esta limitación parte Hipercrítico. Cualquiera de los que vivimos del periodismo conocemos las miserias que se ven por dentro pero nos cuesta mucho revelarlas por temor, entre otras cosas, a perder nuestro laburo. Controlar nuestra autocensura es una de las tareas que nos toca a la hora de mirar a la prensa.
Pero ahora es momento de la crítica. La Hipercrítica a Hipercrítico. Después de cuatro meses, algunas pistas tenemos. En primer lugar hay que insistir con que es agradable que la prensa se mire el ombligo. Años de mentiras no sólo merecen la crítica, sino también la autocrítica. Al fin y al cabo, nosotros estamos en los medios. En ese sentido, Hipercrítico se convirtió en una referencia y esto, desde luego, es saludable. Sin embargo, faltan nombres. Nombres propios. Que nos hablen de tal o de cual. Que le den con un caño a fulano y mengano. Y a zutano lo elogien. Las cosas en su lugar. Es la única forma de que, además de criticar, generemos conciencia crítica en lectores, televidentes u oyentes (me niego a decir consumidores). El quién es quién en los medios puede ser un cuadro sinóptico pero también un sitio donde se cuente cómo actúan los periodistas. Que Osvaldo Bazan nos hable de Jorge Rial; que Gustavo Noriega se encargue de Catalina Dlughi; que Majul atienda a Eduardo Van der Kooy; que Llonto no tenga piedad con Fernando Niembro, y Juan Terranova sea implacable con Osvaldo Quiroga. Es cierto, sí, dirán que los hubo. Pero faltaron más. Queremos más. Algunas notas esbozaron lo que sería la hipercrítica. Quizá esta o esta o esta. Creo que no más, aunque existan otras muy buenas. Es decir, estamos esperando la critica severa a los medios y a los periodistas. ¿Ustedes se imaginan si hiciéramos periodismo sin dar nombres? Que no nombremos a tal ministro o a tal juez. Que dijeramos: "La Justicia hace esto" o "Los ministros no hacen nada". Pero ¿quién, cuál, qué cargo ocupa, por qué sigue ahí?
Había arrancado con los panoramas de los domingos -algo que Ámbito Financiero hace todos los lunes- y estuvo bien. Pero se necesita un Majul que desmenuce a Morales Solá, a Van der Kooy, a Wainfeld; un Majul que explique cómo Morales Solá adhiere al código de Fopea -al que también suscribe la mayoría de Hipercrítico- y después escribe notas donde no se sabe si hay off de record o qué. ¿Por qué Majul llega a la conclusión de que contra su voluntad, Joaquín Morales Solá, uno de los colegas más respetados, se termina convirtiendo en un propalador de la realidad que el gobierno quiere difundir? ¿Por qué un hipercrítico cree en la voluntad de Morales Solá? ¿En serio Majul, que nos dice que no le creamos nada a los medios, sostiene que Morales Solá no tiene voluntad de propalar la voz del Gobierno? Que se pelee con Diego Gvirtz está bien pero parece casi una disputa personal o la respuesta a cierta inquina por parte de TVR. Él mismo lo dijo en su presentación: “Los lectores buscan cada vez más saber qué hay detrás de los medios y los periodistas, porque intuyen la compleja trama de intereses cruzados que los atraviesan”. Queremos eso: saber qué hay detrás de los periodistas. Y reconocemos que hubo bueno intentos pero falta más profundidad.
Con Llonto hubo nombres. Y acá, la siguiente aclaración: conozco a Llonto, es mi amigo y compañero, pero si pienso sus notas desde un terreno yermo me confunde. Por ejemplo, el hipercrítico en Deportes nos intruduce dogmas como el anarco-marxismo que se transforma inentendible. Es valido que nos cuente desde qué lugar se ubica. Y honesto. Pero si tira algo así, que explique al lector en qué se basa el anarco-marxismo del que habla. Otra cuestión: si no adhiere ni al Código de Ética de Fopea ni a la Declaración de Chapultepec, ¿no sería interesante que cuente por qué? Con sus columnas, Pablo se convierte en un hueso interesante y distinto a la hora de leer. Pero, ¿por qué pierde el tiempo en el profesor Córdoba cuando todavía no se ocupó de meterle la cuchara a fondo a Olé, al que sólo referenció para elogiar a Gustavo Grabia? ¿Por qué lo de Juan José Lujambio? ¿Qué necesidad? Si tan tibio era Lujambio, ¿para qué una columna?
"¿Cuántos paquidermos deben pasar frente a las narices de nuestro periodismo deportivo para que se despierte?", se pregunta Llonto en De Elizondo a Muñoz, sin escalas. En la misma nota, dice que"menos mal que desde algún lejano rincón de Página/12 se oyen, como un zumbido, las denuncias sabatinas de Gustavo Veiga, quizás de los últimos periodistas que levantan losas en el deporte argentino para descubrir negociados, arreglos, vinculaciones, sospechas, violencia". Si esto se suma a que en Olé le gusta leer a Grabia, entonces no se entiende bien qué quiere Llonto de los medios. Porque no podrá pretender que todos se encarguen de los mismos temas. Así como Grabia se encarga de los barras, otro se encargará del torneo de Polo. Parece, al menos, que Llonto lee sólo algunos medios y, en general, prefiere a los grandes. Sin desmerecer el enorme trabajo de Veiga y Grabia, Llonto olvida a muchos periodistas, quizá anónimos algunos, que en sus redacciones intentan en todo momento superar la censura. En la mayoría de las ocasiones no lo logran y algunos terminan publicando artículos en medios alternativos. Llonto lo sabe, sólo falta que lo escriba.
Y a esta altura pienso, porque es de noche y pienso, que cualquiera escriba lo que se le cante y listo, por qué yo vengo a decirles esto no y esto sí. Pero me atrevo a hacerlo basado en la necesidad de lo hipercrítico.Dos logros en Llonto: defendió la publicación de las fotos de Nora Dalmasso y eso es una incorreción pero también un acto de libertad con el que acordé. Y su presentación: "Hipercrítico se llama este lugar. Para quienes un día entendimos que habíamos hecho todo mal, estar aquí es casi una tentación". La autocrítica siempre se celebra.
Mañana, Hipercrítica a Hipercrítico (II)
4 comentarios:
Bien, Paredes, bien; buena hipercrítica, aunque yo a esta altura pienso que en esta etapa pensar en el periodismo libre es una utopía. La hiperconcentración de los medios lo ha hecho posible; creo que, como máximo, podemos criticar a los que, desde el periodismo, hacen de esto sólo un negocio ideológico o político. En este recuadro entran varios indeseables, como Morales Solá, Van der Kooy, etc. ni vale la pena nombrarlos. Son tipos que tienen el poder para hacer otra cosa, pero prefieren trabajar a sueldo de los poderosos. El resto somos (me incluyo) "escribas de la burguesía", como nos definió Trotsky con total lucidez hace una punta de años.
Yo hace unas semanas quería armar un post porque noté que Majul comenzó a colgar reportajes que hace en la radio y hacer lo que siempre me cae peor de Majul: el autobombo.
Me gusta Hipercrítico, pero fijate que Majul, en la nota sobre Cristina, te tira una hipótesis personal disfrazada de pregunta que se hace todo el periodismo, pero nunca escuché a nadie contemporáneo de su ocurrencia, salvo cuando al día siguiente, algunos salieron a levantar la nota publicada por Majul en Hipercrítico (je,je).
Al rato, pasó el chivo de una comedia en América, aun a costa de quedar pegado con la bajada de línea de un productor de la flexibilibad laboral.
En fin, en este caso no puede
aplicarse la teoría del entorno.
Me gusta hipercrítico, con reservas. Por ejemplo, en la nota sobre la visita de Lanata a La Cornisa, Majul habla de "distanciamiento", cuando debería hablar del juicio por injurias y calumnias que Lanata le inició; y que terminó cuando Majul no pudo sostener ante tribunales lo que había dicho ante el público.
Todo bien con Majul, pero si va a hablar de Lanata sin mencionar un hecho que podría haber terminado con una condena para su persona, todo resulta poco creíble.
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