El tipo sale a correr a la mañana. Después llega a la casa, se clava un jugo de naranja y se va al fondo con la pelota. Todos los días lo mismo. Un embole. En el reboque pintado de cal, sólo hay una marca.
Pum, pum, pum. Pum, pum, pum. Pum, pum, pum.
Siempre en el lugar exacto.
- ¿Y cómo hace?
- No sé, debe ser bueno en eso. Es como un juego. Como los presos que hacen gimnasia para que la cabeza no se le vaya a cualquier lado.
Después, el grito de mierda ese que lo pone en la realidad.
- ¡Román, a comer!
Y extraña justo en ese preciso instante el silbato del árbitro. O los aplausos, quizá.
- Gallegos de mierda- susurra.
Mientras mastica, con la boca seca, el pedazo de milanesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario