Ezequiel Fernández Moores cuenta que iban en auto, junto a Horacio Pagani y Roberto Fontanarrosa. Francia le había ganado la final a Brasil en el Mundial de 1998 y las calles de París estaban colmadas de fanáticos. No era fácil tomar un camino despejado, y eso se complicaba si encima el que manejaba -Pagani- le pifiaba en cada salida de la autopista una y otra vez. El que copiloto, el tipo que iba con el mapita en mano intentando descifrar hacia dónde ir, era Fontanarrosa. Ezequiel, en el asiento de atrás, miraba la escena. Pagani maldecía la situación, las horas pasaban en París y el auto que conducían iba hacia cualquier lado, menos al hotel. En eso, Fontanarrosa larga:
- Me parece que pasamos la frontera, acabo de escuchar hablar alemán.
La anécdota la leí en estos días en el libro La hinchada te saluda jubilosa, en el que periodistas, escritores y ex jugadores de Rosario Central recuerdan a Fontanarrosa. Hay relatos deliciosos e imperdibles. El homenaje es merecido para un tipo que nos cautivó a todos con su humor y simpleza. Jorge Valdano, en el prólogo, lo resume así:
"Su muerte nos conmocionó tanto que hemos decidido que no murió. La ternura, el humor, la inteligencia, el talento... todo les vale a los múltiples autores de este libro para prolongar el diálogo con nuestro querido e inolvidable Negro".
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