lunes, 19 de mayo de 2008

Ay, el hincha

Hay una estupidez generalizada y es, más o menos, que los hinchas son lo mejor que tiene el fútbol. Algo así dicen otros de los jugadores. Y Quique Wolff, ya sabemos, lo dice de la pelota. No importa. Vayamos a esta cuestión de los hinchas, la gente. Tal vez tenga la culpa esa película de Discépolo. Es lo más probable. Resulta que todo lo que hagan se justifica bajo el manto tan clasemediero de que pagan la entrada. O lo arreglan con el sentimiento, la pasión, que a esta altura ya es la culpable de barbaridades mayores. El hincha es como el cliente: siempre tiene razón. Una idea bien capitalista, bien de lo que es el fútbol.
Funciona así: el equipo en el que juega este muchacho, Ahumada, pierde un partido bastante insólito, entonces los hinchas lo putean de todos lados, le tiran maíz, son todos cagones, gallinas, no sirven para mierda. Y los jugadores muzza porque a los hinchas hay que respetarlos y todo eso. Pero Ahumada, que no había estudiado esa regla, dice eso de que las tribunas se quedaron en silencio -silencio atroz, dice- y para rematarla le agrega aquello de que la Bombonera efectivamente -comprobó él- latía. Claro, imagínense, cómo va a tocar a los hinchas, eso no se hace. De ahí en más, lo obvio: el corito de señoras gordas con camisetas de fútbol de distintas épocas le recomienda que se vaya a la mierda, sin dejar de advertirle que es un hijo de puta, por lo que también puede irse a la puta que lo parió. Yo no sé qué es lo mejor que tiene el fútbol -aunque puedo inferir qué es lo peor- pero el hincha seguro que no. Como dice Fernando Niembro –nótese el tenor de la cita-, el hincha es veleta.
Pero eso no es nada: el hincha es la personificación del autoritarismo; es la negación del otro. Y acá alguno me va a venir con eso de que no todos son así. No me jodan: la generalización ha hecho ciencia. Este pibe, Ahumada, dio una opinión, tal vez una verdad, y por eso tuvo que bancarse que le dijeran de todo; tuvo que tragar saliva, mirar el piso, mientras el hincha, amparado en la impunidad de la demagogia, le esmerilaba la autoestima a puteadas. No faltará el trasnochado que nos aclare que es un profesional, que para eso le pagan, que debió callarse y que entonces que se la banque. Otra parte del decálogo menemista que demuestra el daño que el dinero le ha hecho al fútbol: el problema no es Ahumada sino la plata que cobra. El hincha es de lo peor; aunque Galeano diga que jugar sin hinchada es como bailar sin música. Pero yo no digo jugar sin hinchadas; ya dije qué había que hacer: amateurismo.

Mientras eso no pase, vayamos a ver al River uruguayo. El River de Juan Ramón Carrasco, un equipo que si le cabe te hace siete. Y cuando pierde, pierde a lo grande: se come seis goles; pero como ya había hecho tres te terminás yendo con la panza llena. Ahora se viene un momento crucial: el domingo se juega la última fecha del torneo uruguayo. River está puntero con Peñarol y tiene que jugar de local con Juventud. Como sé que está difícil la mano para llegar hasta al Prado de Montevideo, les dejo una página donde pueden enterarse los resultados. Ver jugar a este equipo vale mucho más la pena que ver a cualquier otro de acá. Además, tiene pocos hinchas. Acá van las siete pepas que le hizo a Rampla Juniors. Díganme si los goles que se pierden no son mejores que los que hacen.


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