- ¿Y? ¿Qué pasa con D’Angeli?
G. cortó el chorizo como una mariposa y lo metió en el pan. Para responder, esperó a morder. Como si sólo pudiera hablar con la boca llena.
- Volvemos al paro, en cualquier momento- dijo y en realidad le habían preguntado otra cosa, pero él se mandó igual. El hombre de campo tomó un poco de aire, volvió a meter el mordiscón y retomó la conversación, volviendo ahora así a la pregunta inicial.
—D’Angeli es un monstruo. Encima, con ese diente que le falta. Un grande-
Y ahí su cara tomó una facción orgásmisca. Estaba hablando de algo que lo excitaba sobremanera. No valía la pena sacarlo de ese lugar, de ese disfrute. Ya habían llegado los primeros cortes de asado. Eligió el más jugoso, como le gusta la carne a G., que entonces giró la cabeza, miró hacia la punta de la mesa y en un tono cómplice subió la apuesta:
- Este Evo expropió todo. Y acá se viene lo mismo, va a haber que estar preparado.
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