lunes, 11 de agosto de 2008

Diálogos desde Pekín


Hay días en los que el chino Burgo casi no duerme.
-Nunca más de cuatro horas- dice.
Pero quemado y todo, se las ingenia para escribir bellas cronicas y clickear enviar en el momento justo, cosa que en Buenos Aires sus textos puedan llegar en tiempo y forma a la imprenta. El chino Burgo camina por Pekín con la libreta en la mano y va anotando cada detalle que observa. Los más atractivos, los mejores, suele guardarlos para sus notas, pero también regala en exclusiva para este blog algunas observaciones menores pero que son las que verdaderamente nos importan. Porque, como ya escribí acá, cuántos sabían qué era un waza ari hasta esta chica. Así que nadie venga a hacerse el interesado en estos días.
En Pekín, en este momento de la tarde argentina, duerme hasta Bonadeo.
-Ahora, acá, somos 15 boludos- dice el chino Burgo, sentado en una computadora del Centro Principal de Prensa escribiendo a un ritmo enloquecedor, rodeado, como corresponde, de chinos.
-No sabés lo grande que es este lugar, después se lo van a meter en el culo.
-Harán un campo de concentración si es necesario, los chinos no tienen drama.
Le digo a Burgo, un hombre que de repente te habla a las 11 de la noche y te dice que en un rato, a la tarde, manda algo. Y uno tiene que explicarle que la tarde, en un rato, será para él, que uno, acá, se va a dormir porque ya está, se terminó el día. Y el chino Burgo advierte que el jet lag aún lo afecta.
-Qué perdido estoy con los horarios.
Hace unos días el chino Burgo creyó ver a Roger Federer entre una bola de gente que se movía de un lado a otro en la villa olímpica. Pero pensó que era un espejismo, producto de su falta de sueño. Entonces, entrecerró los ojos claros, llevó su mano al mentón y comenzó a mover lentamente la cabeza de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. Sí, era Federer, y la montonera de atletas ignotos se movía por donde él se movía.
-Lo vi, Ale, te juro que lo vi. Fue un amasijo, pero valió la pena.
Y damos fe de su pericia para detectar estrellas del deporte en los lugares más escondidos del planeta. Son virtudes: como las de cualquier buen observador que también sabe apreciar la belleza femenina.
-Atenti con Estefanía Fontanini.
Alerta Burgo ante un pedido de Buenos Aires, aunque inmediatamente se pone muy serio porque él es un hombre enamorado y su corazón no admite ningún tipo de discusión.
-Ahora yo me levanto y tengo un montón de chinitos esperando a ver qué voy hacer. Y vos tirás un papel y viene un chinito a recogerlo.
Dice Burgo, y se va. Y yo lo imagino, alto y pelado, rodeado de chinos.

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