martes, 5 de agosto de 2008

Libertades

I. Los jugadores de fútbol son esclavos millonarios. Vean lo que ocurre: sus patrones, los clubes, tienen derechos sobre ellos. Se los denomina derechos federativos. Es decir, un tipo no puede cambiar de trabajo si el club no quiere. Salvo que tenga el pase en su poder -cosa que ocurrirá una vez que termine su contrato- el club tiene derechos sobre él porque para eso pagó y ahora quiere que le paguen. Habría que derribar ese engendro de los derechos federativos: libertad de movilidad para cualquier futbolista. ¿Se imaginan a un diario negociando el pase de un periodista? ¿Cuesta tanto ver esta cuestión con la misma naturalidad?

II. Al final, Diego volvió a tener a razón en algo. Lionel Messi tiene 21 años. Sin embargo, debió esperar que la FIFA abra la boca para tomarse un avión y hacer -se supone- lo que él deseaba: viajar a Pekín para jugar con la Selección argentina. En el medio, el argumento era: "Dejémoslo al margen de esta pelea, es un chico". Debe ser triste no poder decidir tu destino a esa edad. Messi no es un pobre pibe: es un hombre que firma contratos millonarios, viaja por el mundo y tiene sus bolsillos asegurados. Está bastante grandecito como para dejarse acompañar por un vigilante del club. El dinero, está visto, no te hace libre.

III. Algún día los futbolistas deberán romper cadenas. Aunque ese día, ya sabemos, queda bastante lejos. Hace 28 años el jugador belga Jean-Marc Bosman lo intentó. Su club, el R.F.C. Liège, le ofrecía renovar su contrato por menos plata. Como no aceptó, negoció su traspasó a US Dunquerque de Francia. Pero para que eso, el equipo belga quería una indemnización. En soledad, Bosman denunció las trabas que sufría cualquier futbolista para cambiar de trabajo. La sentencia de la Justicia fue histórica: desde 1995 se la conoce como la Ley Bosman, que no sólo permite que cualquier jugador pueda irse a otro club una vez que finalice su contrato sin previo pago, sino que también eliminó los cupos para comunitarios. Desde ese momento, los jugadores de los países de la Unión Europea, como cualquier trabajador, pueden tener libertad de movimiento dentro de la comunidad.

IV. Diego Maradona debería pensarlo: es hora de retomar su idea de sindicato.

V. Cuando el periodista habla de las borracheras de Moreno, Houseman o Corbatta se mea de la risa. La diferencia quizá es que ellos no tenían una cámara de televisión esperándolos a la salida de un boliche. Y no hubo, esta semana, un hecho más miserable que esa vigilanteada. Aunque en estos últimos días llegué a escuchar barbaridades como que "por encima de Ortega está la institución". Y la verdad es que no sé cuál es la situación de Ortega, si efectivamente es un alcohólico o si sólo tiene ganas de divertirse. Pero habría que tener algo más de cuidado cuando se habla. Así son los jueces de la vida de los demás: piden límites para Ortega, disciplinarlo, o que se vaya a Emiratos Árabes. Y en eso también se juega la libertad de una persona: ¿desde dónde un tipo con cámara y micrófono puede joder con el laburo del otro? ¿Se imaginan que nuestros jefes puedan seguirnos a todos lados y sepan qué hacemos a las seis de la mañana? Igual, conmigo sería aburrido: a esa hora estoy durmiendo.

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