Sebastián Hacher escribe en la última THC sobre F.A., una banda de rap que vive en los bloques. El relato de Hacher transmite cada latido del Fuerte y la transparencia de los integrantes del grupo le da frescura a una historia tan cruda como la que viven muchos de los pibes del Conurbano. Como dice el cronista, “son los hijos no reconocidos de la convertibilidad, los que dieron origen a la cultura de los ‘pibes chorros’, la de conseguir por la fuerza los pequeños lujos que el ‘uno a uno’ había reservado para las clases medias y altas. También, claro, fue la generación que más sangre aportó a las estadísticas del gatillo facil”.
Hacher vivió en Ciudadela hasta los 18 años. Quizá por eso -y a pesar de las varias cuadras de diferencia- sentí cierta identificación. Hacher sabe de lo que escribe y toma posición en el relato desde el momento en que mete los pies en el barro y aclara cuáles son sus orígenes. No es un observador neutral. No es un periodista que entra al Fuerte, hace la notita y se va. Él camina junto a los pibes. Pero tampoco la caretea: “Llegué a destino y estoy solo en una calle interna del barrio. Es un mediodía con silencio de madrugada. Me siento un pez fuera del agua, perdido y frágil en esta mole de cemento”. No conozco en persona a Sebastián pero cuando leo sus textos o miro sus fotos siento que el periodismo es eso: contar desde adentro. Ser parte. Tomar partido.
Y mientras escribo esto pienso que algunos quieren escribir la historia en 140 caracteres y esperar a que las noticias lleguen por RSS. Si así fuera, de cuánto nos perderíamos de contar y cuánto nos perderíamos de saber.
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Fotos de Sebastián Hacher
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