El día que lo
asesinaron Carlos Mugica jugó al fútbol. Era integrante de un equipo llamado
“La Bomba”. El 11 de mayo de 1975, después del partido, Fernando Galmarini lo
despidió en el club Atalaya de San Isidro. Eran cerca de las dos de la tarde.
El cura se subió su Renault 4L y partió hacia la Iglesia San Francisco Solano,
donde dijo misa. A las 20.15 del 11 de mayo de 1975, cuando salía de la
parroquia de Zelada 4771, en Villa Luro, lo acribillaron. Le dieron cinco tiros
de frente, el último fue por la espalda. Galmarini escuchó la noticia en la
radio.
“Yo soy hincha
fanático de Racing, me gustaba mucho ir a la cancha”, escribió Mugica en la
revista Cuestionario de mayo de 1973. Iba con Nicolás, el hijo de la cocinera,
y sentía que en la tribuna eran todos iguales. Ese mundo era su alegría: con
Nico compartían las mismas cosas. “El mundo de la burguesía, en cambio, es el
mundo de las diferencias -dijo-; está la puerta de servicio y la entrada de la
gente; una comida para el personal de servicio y una comida para los patrones.
Con el fútbol me agarraba unas ronqueras bárbaras, pero, además tenía problemas
de conciencia. Yo era muy piadoso… y en mis oraciones le pedía siempre a Dios
que ganara Racing el domingo, mi hermano Alejandro era de River, y él le pedía
a Dios que ganara River…yo pensaba ‘ahora no sé cómo se va arreglar Dios, y
bueno…entonces habrá empate’.”
“El futbol
llenaba todo el tiempo que no ocupaban sus tareas habituales”, le dice a Un
Caño María Sucarrat, autora de El Inocente, la biografía de Mugica. “Jugó a la
pelota, me conto su hermano Alejandro, al mismo tiempo que aprendió a caminar.
Tanto que quiso ser jugador de futbol antes que sacerdote. Pero no lo logro. Se
probó, quedó y luego se dieron cuenta que pasaba el límite de la edad”, agrega
la periodista.
Todos los jueves,
Mugica jugaba al fútbol en el seminario de Villa Devoto. Había armado una
especie de selección entre sus compañeros. “Ricardo Capelli, uno de sus
amigos más cercanos, dice que era un verdadero animal y un salvaje puteador”,
recuerda Sucarrat. Un día llevó a la
Primera de Racing a jugar un partido. “Era, se diría hoy, el asesor espiritual
del equipo”, le contó el sacerdote Domingo Bresci a la periodista. Esa relación
con los jugadores lo llevó a entablar una gran amistad con Omar Oreste
Corbatta, crack de la Academia. El Garrincha argentino era analfabeto y Mugica
se propuso que aprendiera a leer y escribir. Su amiga íntima, acaso su amor,
Lucía Cullen, militante peronista y colaboradora en las tareas sociales que el
cura realizaba en la villa, era quien le enseñaba a Corbatta. Lucía fue
secuestrada y desaparecida el 22 de junio de 1976.
Mugica solía
entrar al vestuario de Racing para darles la bendición a los jugadores antes de
los partidos. El 18 de octubre de 1967, cuenta Sucarrat en su libro, Mugica
llegó al Hampden Park de Glasgow para el primer partido entre Racing y Celtic
por la final de la Copa Intercontinental. El periodista Diego Lucero le pidió
que tradujera el lema del escudo, en latín: “Ludere causa ludendi” (“El deporte
por el deporte mismo”). Y lo llevó a la sala de prensa para ver el encuentro.
Allí, relata Sucarrat, se encontró con John William Cooke. Mugica ya tenía definida
su opción por los pobres y por el peronismo. Cooke, delegado personal de Juan
Domingo Perón, admirador de la Revolución cubana, le insistió ese día, mientras
veían a Racing, que tenía que visitar a La Habana. El cura lo hizo más
adelante, en secreto, pero después del partido sólo podía pensar en su equipo:
visitó a los jugadores que habían perdido con los escoceses, aunque luego
ganarían la Copa Intercontinental. El equipo de José lo recibió con un aplauso.
Mugica no
ocultaba su pasión por Racing nunca. Galmarini, ex futbolista y secretario de
Deportes de Carlos Menem, dice que el cura era capaz de gritar goles de la
Academia rodeado de hinchas de Boca en la Bombonera: “Recuerdo haber tenido con
Carlos más de un quilombo”. El cura jugó hasta el último día. Siempre lo hizo
de un lado: por Racing y por los trabajadores. Hasta que la Triple A lo
asesinó. En el Barrio Güemes de la Villa 31, donde hizo tanto por tantos, un
club lleva su nombre -y el de su pasión: Padre Mugica Racing de Güemes.
Nota publicada en Revista Un Caño, junio de 2012
1 comentario:
El año q lo asesinaron al padre Mugica fue en 1974
Publicar un comentario