No sé qué le pasó a Castrilli en el medio como para terminar tan embarrado. Hace unos años iba a hacer una nota en Un Caño sobre ese tema; sobre qué le había pasado, por ejemplo, para aceptar una columna semanal en TyC Sports, algo que choca con su cargo. TyC Sports es propiedad del Grupo Clarín, acaso una de las empresas más interesadas en el negocio del fútbol. ¿Castrilli está en condiciones de tomar medidas que pudieran afectar los intereses de quien le paga un sueldo? Y aunque él dijera que sí, que nada le ata las manos, ¿no es de una total incompatibilidad que trabaje en un empresa que tiene negocios en el área que atiende en la función pública?
Y ahora no me extraña tanta coincidencia entre Castrilli y Clarín. Los dos, a su manera y en su lugar, intentan tapar el sol con la mano. Clarín y Olé ya sacaron de sus tapas los asesinatos de las barras y la batalla por la caja de La Doce. Ayer fue más importante la foto de Zidane junto al empresario uruguayo de medios, Enzo Francescoli. Es patético ver cómo el circo sigue funcionando. No importa si abajo hay una montaña de cadáveres; no importa nada. Y entonces los barras seguirán con su lógica: si los dirigentes, empresarios, técnicos, periodistas y futbolistas hacen sus negocios, por qué no lo vamos a hacer nosotros.
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