lunes, 27 de junio de 2011

Cómo ser feliz y no morir en el descenso

Fue la primera vez que vi llorar a mi viejo. Lo recuerdo entrando a casa con mi hermano, mi tío y mi primo, mientras estrujaba el gorrito de Racing con la mirada al suelo. Yo no entendía bien qué ocurría, tenía cuatro años y el fútbol aún era una pasión lejana. “Se fueron a la B”, me dijo mi vieja mientras miraba la escena. Ella, hincha de San Lorenzo, había vivido lo mismo un año antes. Es increíble de lo que es capaz la memoria: todavía escucho esas palabras.
Osvaldo, mi viejo, todavía cuenta la historia de cuando tuvieron que treparse hacia la platea por la represión. La barra de Racing hacía lo suyo. La impotencia del resto, también. Pero el 18 de diciembre de 1983 la Policía Bonaerense no se resignaba a abandonar las costumbres de la dictadura.Racing se pasó dos años en la B, un tiempo suficiente como para agrandar la pena o acostumbrarse a ella. Tampoco fuimos campeones, como San Lorenzo. Nos costó el retorno. Es, acaso, una forma de ser: hemos hecho del sufrimiento nuestra épica.
Se puede ser feliz allá abajo. No es extraño, entonces, que yo mismo haya tomado conciencia de mi amor por la Academia durante esa estadía. Ningún hincha de River encontrará consuelo por estas horas, pero es una obligación decir que un descenso no es tragedia. Porque nunca lo es lo remediable y porque aquí estamos, mi viejo y yo, para contarlo.

(Columna publicada en Tiempo Argentino con un error. En el diario puse que fue el 27 de diciembre y fue el 18. Ensayo como justificación que el 27 de diciembre fue la fecha del descenso y del título de 2001)

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